La Princesa de Atenas

Capítulo 1 La visita de un monarca

-Princesa es hora de levantarse, así se anunció la madam Ágata, abriendo las puertas de par en par.

La princesa no respondía, estaba sumergida en un profundo trasnocho.

-Muchachas, a desvestir a la princesa para su baño matutino, así Ágata expresó con voz imperativa.

Y así inició el día de la princesa, mientras aún dormía, la iban desvistiendo, primero fue la bata, hasta quedar completamente en cueros ante la vista del personal de servicios.

-Apenas movía un brazo la princesa, como buscando acomodo, hasta que la Madame, jaló de sus pies bruscamente y fue ahí cuando la princesa volvió en sí, pudo percatarse que era tarde, era la hora del baño, que no daría tiempo de desayunar, pensó. Así de ajetreadas eran todas las mañana, sin importar que día fuera. Todos los días era la misma rutina.

La princesa fue conducida a la bañera o barril, introdujo uno de sus pies en el agua, y luego el otro, el agua estaba caliente y espumosa, flotaban pétalos de rosa y jazmín, olía a fresca hierbas del campo. Tres de las muchachas de servicio la restregaban, una se encargaba de la espalda, otra de los pies y piernas y la tercera de lavar su larga cabellera dorada.

La princesa, aunque todavía era una adolescente, lucía un cuerpo de mujer, sus pechos eran firmes y medianamente grandes, al igual que sus caderas, tenían la silueta de una guitarra, sus colinas eran firmes y tenía la forma de una pera. Un rostro angelical resplandecía, pero en su mirada había tristeza. Su tono de voz era dulce, como el cantar de una codorniz.

La ventana de la habitación estaba abierta, el sol se asomaba por la ventana, iluminando el cuarto, de pronto hacía brisa, pero fresca, era señal de que hoy iba a ser un buen día.

El baño duró 35 minutos, esta vez, estaban retrasados como por 15 minutos.

-Tenga princesa, una chica del servicio, se acercó con la bata de baño y se dispuso a secar el cuerpo de la princesa.

Después de secarla, desenredarían su larga cabellera, para finalmente peinarla, mientras otras la vestían.

-Hoy vendrá el príncipe desde tierras vecinas para conocerla a usted y charlar con su padre de asuntos de la Realeza, dijo Ágata, con voz firme y serena.

-La princesa, tenía toda la semana planificada, no había espacios en su agenda, ni tampoco había decisión propia, Ágata se encargaba de todos los detalles, nada se le escapaba a la madame.

Una vez vestida y peinada, en las afueras de la habitación, se encontraba el escudero, listo y a la espera, para acompañar a la princesa en el cumplimiento de su deber.

-Buenos días, princesa, como durmió?, hoy será un día de muchos compromisos, anunció el escudero, informando a modo general, sin brindar muchos detalles.

-Buen día, Dionisio, qué mala noche pasé, confesó la princesa.

-Comprendo perfectamente princesa, pero hoy será mejor, se lo garantizo, lo expresó con entusiasmo y buenos deseos.

-Esperemos, que así sea, expresó la princesa, no muy convencida.

-Después de usted princesa, dijo el escudero con vos amable y caballerosa.

Continuaron por el largo corredor de antorchas, hasta bajar una escalera en forma de espiral, que conducían al salón de recepción.

Una vez bajada las escaleras, se incorporarían a otro corredor, iluminado con antorchas y así hasta llegar al salón de recepción.

Las puertas del salón estaban custodiadas por la guardia de honor, que al ver a la princesa, cambiaron su formación, abriendo las puertas del salón.

El salón estaba lleno de consejeros, políticos, diplomáticos, cancilleres, Jefes de tribus, damas de compañías, y damas de honor.

El rey esperaba la llegada del príncipe que venía de las tierras de Esparta.

La princesa ocuparía su espacio en el oriente, junto al rey.

Se sentó con elegancia y observó con detalle todo a su alrededor, a la derecha estaban las hermanas Calista y Calla, junto a su arrogante hermano, el príncipe Nicholas, que las abrazaba, como si fueran sus concubinas, al parecer había mucha intimidad entre ellos.

-Por un lado, y un poco más hacia el centro, estaban los representantes de las tribus guerreras, aliados de la milicia del rey, les acompañaban un grupo de guerreras bien esbeltas y fuertes, Era impresionante ver en sus ojos valor, fuerza y belleza.

-Y volteando un poco más a la izquierda, se podía ver a los representantes políticos y diplomáticos de las tierras de Peloponeso, unas tierras rodeaba de una basta montaña, eran tribus que vivían en montañas, con un clima frío. Muchos de estos representantes eran filósofos, matemáticos y políticos.

-El palacio estaba decorado con banderas y estandartes de las diferentes regiones que nos visitaban, todas estas regiones eran aliadas al reino de mi padre.

-A mi izquierda, pude notar que se encontraba la Pitonisa, o mejor dicho el oráculo, me miraba fijamente, como queriendo dar un mensaje. Había una preocupación en sus ojos.

Las voces se hacía más fuertes en el lugar y retumbaban a lo largo y amplio del salón.

Al rato se escuchaban las trompetas, que anunciaban en voz alta la llegada del príncipe Demetrius, que significaba «Amante de la tierra», el príncipe hacía su gala con sus tropas que venían desde muy lejos de incursionar otras tierras, traerían noticias también.

Todos esperaban la llegada de Demetrius, él era dueños de bastas extensiones de tierra y era conocido por hazañas en batalla y sus incursiones secretas. Era un hombre firme, sarcástico, pero muy sociable, tan sociable, que venía acompañado de dos damas casi media desnudas, luciendo sus estrambóticos cuerpos. Muchas mujeres se deleitaban sus ojos al verlo, y otras tenían deseos y sueños con el príncipe.

Demetrius vestía de negro, con botas de cuero y un gran cinturón con hebilla de cachos resaltaban por encima del pantalón.

Al entrar, el príncipe saluda a sus alrededor y a la multitud y posteriormente hace reverencia el rey y a la princesa, acercándose a ellos, mirándola fijamente, como cuando un lobo observa a lo lejos a su presa.

-Príncipe Demetrius, bienvenido a tu casa, que te espera y te recibe con brazos abiertos, así se respondió el rey, haciendo los honores correspondientes.

-Rey y hermano, honor que me haces en recibirme, contestó con mucho júbilo.

-Traigo noticias de tierras lejanas mi rey. Anunció el príncipe con voz segura y firme.

-Almorzaremos y hablaremos luego Demetrius, seguramente, todos en consejo, esperan escucharte ansiosamente, respondió el rey Helios

Se entonaron baterías de júbilo y canciones de batalla, todo el salón retumbaba.

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